De linaje europeo. Su origen nos lleva a las tierras de Cahors, en el sur de Francia, donde los romanos plantaron las primeras vides a orillas del rio Lot. Esta variedad originalmente llamada Cot o Auxerrois fue muy prolifera y gracias a su robustes y taninos pronunciados los vinos negros de Cahors pronto se harían famosos.

Una figura que se destaca en esta historia es, sin dudas, Leonor de Aquitania quien luego de estar casada en primeras nupcias con Luis VII de Francia, repite casamiento con el monarca ingles Enrique II. En este segundo matrimonio, Leonor se encarga de promover los vinos franceses ante el mercado inglés sellando un encanto de por vida. Desde entonces los negociantes británicos no solo compraban sus vinos, sino que también las familias más ricas invertían en las tierras de la Galia.

Pero toda historia tiene un trago amargo y en 1860 comienza la filoxera, plaga feroz si las hay. En pocos años el diminuto insecto devasta el viñedo europeo. Para entonces, destruyó miles de hectáreas y el Cot o Malbec desaparece de su tierra natal.

Para fortuna de los amantes del vino, a mediados del siglo XIX el político, educador y estadista argentino Domingo Faustino Sarmiento estaba exiliado en Chile donde conoció al ingeniero agrónomo Michel Aimé Pouget. Años más tarde, con una suerte distinta, en 1853 Sarmiento contrató al apasionado viticultor francés para desarrollar la primera escuela de agricultura en Mendoza. Dicho proyecto fue aprobado el 17 de abril de 1853 siendo el paso fundamental para el desarrollo de la vitivinicultura de calidad en Argentina. Pouget entre otros avances, se encargo de traer los cepajes más nobles de Francia. Entre ellos se destacaría el Malbec que encontró su terruño ideal en las tierras cuyanas.

Por esta razón, el 17 de abril es el día Mundial del Malbec. Durante este mes no podes dejar de pensar en el vino tinto más argentino que puede existir. Vale mencionar que en la actualidad en Cahors se ha plantado nuevamente esta variedad, aunque me permito afirmar, que no compite el savoir faire argento.

¡Hasta la próxima travesía Capitán!

No “todos los caminos conducen a Roma”. Esta vez, la travesía del vino nos remonta a tierras del imperio más grande de la era precolombina de nuestro continente. Justamente, en el norte de México, respira la bodega más antigua de América.

La historia cuenta que en 1568 los españoles Fray Pedro de Espinareda y Francisco Cano exploran las tierras del sur de Coahuila en búsqueda de oro pero para su grata sorpresa encontraron un gran oasis con manantiales de agua y vides silvestres. Desde entonces, el Valle de Parras estaba destinado a ser un terruño histórico.

Más tarde llegarían los primeros jesuitas incentivados por la calidad de la uva de la región y la oportunidad de hacer vino en tierra americana para la liturgia católica. Y en 1597 don Lorenzo García obtuvo la merced autorizada por el rey Felipe II de España para producir vino y brandy. Asi nace Hacienda San Lorenzo.

Los años pasarían con penas y glorias, con altos y bajos, como la vida misma. Hasta que en 1893 don Evaristo Madero adquiere la hacienda y la convierte en Casa Madero. El ímpetu decidido de este hombre audaz destino el éxito de su casa y de sus vinos. Entre otras innovaciones, trajo plantas de los cepajes más nobles de Europa y contrató el conocimiento de los agrónomos foráneos. Las páginas de un libro podrían llenarse con la historia tan rica de esta familia…Sin dudas, se la sugiero.

Nuestro camino nos lleva a recomendar una visita a este lugar inolvidable. Por su pasado y su presente. Un oasis donde la naturaleza fusiona con la pasión y respeto del ser humano. La conjunción idílica del terruño.

La marca presenta una buena diversidad de etiquetas aunque me permito destacar a Casa Madero Gran Reserva Shiraz. Una variedad que se ha adaptado con grandeza a estos suelos desérticos y un clima seco con muchas horas de sol y energía. Este shiraz desprende notas de frutas negras, especias y mentol. Su paso por boca es sabroso, frutado, rico y de buena estructura. Nos deja un recuerdo amable, con taninos maduros y elegantes y grata frescura.

Desde 1597 en Parras de la Fuente nació una historia que, afortunadamente, se sigue escribiendo.

¡Hasta la próxima travesía Capitán!

Una vez más, las travesías del buen vino nos llevan a explorar el curso de un río. Los bretones lo llamaron Liger y para los locales Loire. Tiene la máxima distinción de ser el más extenso de su país. Nace en el Macizo Central en Ardèche y desemboca en el Atlántico. A lo largo de su recorrido, de un poco más de mil kilómetros, se encuentran algunas de las joyas más admiradas de Francia.

A primera vista impresionan los famosos castillos. Esta maravilla de la arquitectura, que por sobre todo refleja el esplendor del Renacimiento francés, puede variar la vista del visitante con fortalezas, castillos y palacios que en su origen más remoto datan de tiempos medievales. Sus cimientos indestructibles han sobrevivido a guerras, pestes y saqueos; atesorando un sinfín del arte más codiciado que dejaron grandes como Da Vinci, Murillo, Poussin, Rubens, Le Tintoret, Veronese y muchos otros de la época.

En su recorrido, el paisaje más natural lo dibujan los viñedos. Aquí también, la experiencia nos llevara por una sorprendente variedad de estilos bajo el savoir faire único de la región.

Dominada por apelaciones de vinos blancos, sin embargo, bien vale la pena hacer una parada en Chinon donde la variedad Cabernet Franc ofrece tintos fragantes y jugosos. Más cercano a la ciudad de Tours, se encuentran los viñedos de Vouvray donde los blancos de Chenin Blanc muestran un mundo frutal y ligero que encanta el paladar.

La singularidad de la región, indiscutidamente, se encuentra en las apelaciones de Sancerre y Pouilly Fumé a medio camino del río. Ambas enfrentadas en lados opuestos del Loira poseen su propio carácter, aunque comparten el encanto del más fino Sauvignon Blanc. Sus vinos son sabrosos y muy expresivos. Las notas que predominan son las hierbas, los espárragos, los cítricos como la lima, y tropicales como el maracuyá. Los aromas minerales y de sílex son únicos a estos suelos. Blancos de carácter seco, vibrante y de acidez elegante.

El prestigioso productor Pascal Jolivet comentó

“El difunto Kit Stevens Master Wine dijo una vez, Sancerre es como la primavera, Pouilly-Fumé como el verano, lo que significa que Sancerre es más accesible de inmediato en su juventud, pero con Pouilly-Fumé, tienes que esperar”.

Imperdible el maridaje con queso de cabra, salmón ahumado, mejillones y ostras frescas. Si andas por la región no te pierdas la oportunidad de unas copas de Francoise Cotat en Sancerre y Baron de Ladoucette en Pouilly Fumé.

¡Hasta la próxima travesía Capitán!

Los caminos del vino suelen conducir a historias tan ricas como el embriagante bouquet que desprende este caldo. En este viaje los invitamos a Uruguay; a las costas de Colonia del Sacramento. “Todo buen vino nace cerca de un río” es uno de los dichos que profesan muchos viticultores. Y esta no sería la excepción a la regla.

Fundada en 1854 la bodega Los Cerros de San Juan posee la historia viviente más longeva de Uruguay. Fue justamente Martin Christian Lahusen quien desarrollo su negocio familiar en estas tierras. Hijo de un empresario de Bremen, adquirió de su padre Christoph, la dedicación, perseverancia y vida religiosa que lo forjó como un gran empresario y persona respetada de la época.

Con el pasar de los años, la familia Lahusen desarrolló en esta región un pueblo modelo. Desde Europa habían traído las mejores razas bovinas para la producción de carne y leche y, así también, las mejores ovejas para la producción de lana. Esta comarca producía todo lo necesario para una vida sustentable y saludable. Quesos, jamones, conservas y aceite de oliva eran el destaque.

La firma llegó a contar con sus propios buques para transportar sus mercaderías desde y hacia Argentina donde también tenían campo. Los viajes eran constantes. A tal punto, que uno de los navíos fue bautizado Doña Ida, en homenaje de la esposa de Gustav Lahusen, la señora Ida Mathias. En Buenos Aires, los portuarios no tardaron el rebautizarlo el buque Ida y Vuelta.

Por supuesto, el vino no podía faltar en la mesa de los europeos del Nuevo Mundo. Asi fue que lo que hoy conocemos como Los Cerros de San Juan data de más de 160 años. Una historia de aventuras, amor, religión y, por supuesto, altos y bajos como la vida misma.

En la actualidad, se puede visitar la bodega situada a solo 30 minutos del puerto de Colonia. Un lugar donde se respira mucha historia valga la redundancia. Imperdible sentarse en el Almacén de Ramos Generales y tomarte una buena copa de vino con una picada. ¡Viajas en el tiempo!

Mi visita fue hace unos años atrás pero aún recuerdo el Lahusen Riesling como espíritu de esa familia pujante. Por supuesto, no dejen de probar el Cuna de Piedra Tannat. Insignia de la banda oriental.

¡Hasta la próxima travesía Capitán!

Para los amantes del vino, una región como Mendoza, sin lugar a duda, está en el top de sus destinos favoritos. Los diferentes valles de esta provincia concentran el 80% del vino producido en Argentina y más de 700 bodegas donde se producen estos maravillosos caldos. Muchas de ellas abren sus puertas a los visitantes que quieren degustar y aprender sobre el arte de la enología. Esa ancestral alquimia por la cual se convierte la uva en vino.

Además, la majestuosidad de la cordillera de los Andes como fondo imprime una postal imborrable en la mente de todo visitante. Justamente, es la nieve quien da la posibilidad de la vida a los cultivos en este vasto desierto.

En esta oportunidad nuestro sommelier nos quiere recomendar un lugar diferente donde podrás vivir el vino y el viñedo en su mayor expresión. Se trata de Finca El Paraíso de Bodega Luigi Bosca. Se trata de una experiencia diferente, la cual nos invita a descubrir historia de la familia fundadora, el arte de la degustación de vinos y el aceite de oliva y un paseo único por la finca compuesta por vides y olivares centenarios.

Finca El Paraíso – Bodega Luigi Bosca

Finca El Paraiso en Maipú, posee la casa estilo Chateau francés, donde vivió Don Leoncio Arizu y allí mismo nació Alberto Arizu (p), la tercera generación de los creadores de esta marca emblemática del vino argentino. Sus paredes datan de 1926 y cuentan la historia de una familia europea plasmando sus sueños en el Nuevo Mundo. En esas tierras vírgenes donde años más tarde nacerían los grandes vinos argentinos que hoy son premiados por los críticos internacionales más influyentes.

El mismo ingeniero Arizu, con una intachable trayectoria de más de 50 años en el mundo del vino, cuenta que esa finca es un reservorio y un laboratorio donde todo se investiga. Allí coexisten diferentes conducciones de la planta y las mismas variedades plantadas en pequeñas poblaciones y grandes poblaciones para ver como se compartan. Se practican diferentes sistemas de riego. Y, por supuesto, han plantado una gran variedad de cepajes. Desde los clásicos Malbec y Chardonnay hasta Tannat y Gewurztraminer. Un viñedo muy interesante donde no vas a parar de hacer preguntas.

El equipo de hospitalidad dirigido por Caro Macaya brinda una experiencia única para complacer todos los sentidos en un ambiente relajado en medio de los jardines. La cocina comandada por el gran chef Pablo Del Rio ofrece un sabroso recorrido por lo mejor de cada estación del año. Entre los vinos degustados la línea Luigi Bosca De Sangre narra la pasión centenaria de esta familia por crear vinos de altísima calidad. Pedí que te cuenten esta linda historia.

Desde el Mirador en medio del viñedo la selfie hacía la montaña no te la podés perder. ¡Un must!

Siempre con reserva anticipada.

¡Hasta la próxima travesía Capitán!