Virar por avante
La virada por avante consiste en cambiar de amura mediante una “ceñida” y luego una “derivada” (fig. 1).
Se comienza cazando bien las velas tratando de orzar al máximo (2), hasta que la proa haya pasado el eje del viento (3). En este punto la posición de las velas cambia a la otra banda (4), se cambia de amura y se comienza a “derivar” el barco hasta el rumbo deseado (5) mientras se filan las velas convenientemente. Esta forma de virar es mucho más sencilla que la “virada en redondo”, ya que al ser la proa del barco la que cruza el eje del viento no se pierde barlovento y no se corre el riesgo de un golpe feroz de la botavara (trasluchada), como se verá más adelante. En los ejemplos que siguen se comienza navegando por el través, pero se pueden iniciar ambas maniobras desde cualquier rumbo que se desee.
Virar en redondo
Si bien en la “virada en redondo” o “trasluchada” el resultado es el mismo que en la virada por avante, el procedimiento es exactamente opuesto al anterior, ya que en este caso se comienza “derivando” (fig. 2).
La maniobra consiste en cambiar de amura, haciendo pasar el eje del viento por la popa del barco. Cuando ésta se lleva a cabo, es aconsejable hacerlo con sumo cuidado ya que, a diferencia de la virada por avante, aquí las velas no “gualdrapean” sino que “portan” casi todo el tiempo, razón por la cual pasan bruscamente de una banda a la otra.
En el caso de la vela mayor, un golpe brusco de la botavara puede causar serios riesgos en la jarcia e incluso la rotura del palo mayor (desarbolar). Esto se evita “cazando” al medio la vela mayor, al momento de cambiar de banda, y luego “filandola” suavemente. La “trasluchada” se inicia “derivando” lentamente (2) hasta navegar en “popa redonda”. Es en este punto (3) cuando se “caza” al medio la mayor mientras se continúa derivando y se cambia de amura. Una vez hecho esto se van “filando” lentamente las velas (4) hasta orientarlas adecuadamente para el rumbo elegido (5).
Navegar contra el viento
Como ya vimos anteriormente, existe una “zona muerta” de aproximadamente 90º dentro de la cual es imposible navegar. Esto no quiere decir que, de ser preciso avanzar hacia un punto determinado, no podamos hacerlo aun con viento de frente. La forma de resolver esto es muy sencilla y se conoce con el nombre de “hacer bordes” o, como se dice comúnmente, “bordejear”. La maniobra consiste en navegar lo más en ceñida posible respecto del eje del viento, por ejemplo a 45º, para luego “virar por avante” y continuar navegando también en ceñida, con un rumbo de 90º respecto del anterior (fig. 3).
El timonel decidirá la cantidad de bordes que hará para llegar a su objetivo, pudiendo hacer solo dos “bordes largos” o bien muchos “bordes cortos”. La “zona muerta” dependerá fundamentalmente del diseño del barco, siendo más aprovechable aquel en el que dicha zona sea lo más reducida posible. Las embarcaciones que se utilizan en competencias son por lo general más “orzadoras” que aquellas que se utilizan en navegaciones de crucero.
Reducir el velamen
Cuando las inclemencias climáticas comienzan a hacerse sentir y el viento sopla con mayor intensidad es preciso que modifiquemos el velamen a fin de adaptarlo a las condiciones reinantes.
Como habíamos visto con anterioridad, para evitar la “escora” excesiva en un barco, se hace necesario incrementar el “par de adrizamiento” o bien reducir el “par de escora”, y es esto último lo que hacemos cuando decidimos “achicar el paño” (fig. 4).
En el caso de la vela proel, habíamos mencionado que algunas embarcaciones cuentan con un mecanismo “enrollador”, dispositivo de suma utilidad ya que evita que llevemos a bordo una gran cantidad de velas de diferentes tamaños. De no contar con él, estaremos obligados a ir reemplazando unas por otras según la intensidad de los vientos reinantes. Si bien es cierto que este adminículo también puede utilizarse para la vela mayor, es menos frecuente su utilización por su excesivo costo y su dudoso resultado. En el caso de “enrolladores de mayor”, los hay de dos tipos: para enrollar dentro del palo o dentro de la botavara. La operación más utilizada por la mayoría de las embarcaciones es la llamada “toma de rizos”. Con este propósito, la vela mayor cuenta con una serie de perforaciones u “ollaos” alineados en una faja o “mano de rizos”. De acuerdo al tamaño y al tipo de vela, se puede contar con una, dos y hasta tres manos de rizos, según convenga.
La maniobra consiste en filar la escota para que la vela quede completamente desventada, cazando el amantillo para que la botavara no se caiga (fig. 5).
Acto seguido, se arría hasta que la “faja de rizos” elegida quede a la altura de la botavara, donde se fija convenientemente con un herraje en el ollao próximo al gratil (anzuelo). Con posterioridad se cobra el “amante de rizos”. Este cabo, que tiene su extremo fijo al penol de la botavara, atraviesa el último ollao de la faja de rizos y vuelve a ingresar a la botavara corriendo sobre un motón estratégicamente ubicado. Dicho cabo emerge de la botavara nueva mente a través de un orificio practicado cerca del palo. Una vez cobrado con fuerza el amante de rizos, se hace firme en la mordaza o cornamusa correspondiente. La operación finaliza izando la vela “rizada” y orientándola nuevamente con la escota.
Es conveniente a posteriori “atar” la vela sobrante a la botavara, a fin de evitar que cuelgue y se deteriore.