La región de Cuyo concentra poco más del 90% del vino argentino pero uno de los atractivos para los críticos y compradores internacionales es la diversidad que presenta nuestro país en cuanto a estilos de vinos. El solo pensar en el contraste que nos puede presentar Jujuy en el norte, Chubut en el sur y los viñedos oceánicos de Buenos Aires da para imaginar un sinfín de paisajes, climas y costumbres que conforman el terruño de Argentina.

En el norte infinito la belleza encuentra su justa definición en los valles de Salta, La Linda. Sus pintorescos cerros, la imponente montaña y sus inesperadas quebradas simplemente dejan con la boca abierta a cada visitante que al pasar no deja de pensar cuando podrá regresar. Su comida huele muy rica, sus peñas alegran el alma y sus vinos dejan un sabor especial.

Parras centenarias y familias de varias generaciones de viticultores han forjado un terruño especial. Desde Cafayate, Tolombon y hasta Molinos hay vinos que dejan marca; en la copa y en la memoria del buen apreciador.

En la actualidad, hay más de un centenar de etiquetas premium. Familias tradicionales como los Nanni, Etchart y Domingo Molina han dado la bienvenida a inversiones foráneas como Hess en Colomé y Piatelli en Cafayate. Todos unidos en el único objetivo de crear vinos únicos.

Me es imposible no mencionar al gran pionero de esta aventura. Don Arnaldo Etchart fue quien arrojo la primera piedra. Un bodeguero decidido y un gran visionario quien sentía a su querida Salta como un diamante en bruto. Estaba seguro que allí se podían hacer grandes vinos de clase internacional. Así fue que a finales de 1990 decidió buscar el asesoramiento de un “no tan conocido” enólogo francés para que lo ayudara a pulir ese diamante que aun no brillaba.

La llegada de Michel Rolland dio paso a la revolución. La experiencia de la familia salteña y el conocimiento del viticultor francés se unieron y los resultados fueron contundentes. Juntos crearon San Pedro de Yacochuya. Una joya en el medio de la montaña. Imperdibles sus tintos carnosos, frutales, intensos, elegantes y memoriables.

Deberíamos extendernos a muchas paginas más. Salta lo tiene todo. Pero resumiendo, cuando encuentres una copa que sabe a jazmines, tilo, peras frescas y nísperos; no lo dudes, ese perfume inconfundible es del Torrontés de Salta. Un vino tan argentino como el Tango.

No te pierdas una empanada salteña con un Torrontés fresco escuchando una zamba en la plaza de Cayayate. Una experiencia inolvidable.

 

¡Hasta la próxima travesía Capitán!