No “todos los caminos conducen a Roma”. Esta vez, la travesía del vino nos remonta a tierras del imperio más grande de la era precolombina de nuestro continente. Justamente, en el norte de México, respira la bodega más antigua de América.
La historia cuenta que en 1568 los españoles Fray Pedro de Espinareda y Francisco Cano exploran las tierras del sur de Coahuila en búsqueda de oro pero para su grata sorpresa encontraron un gran oasis con manantiales de agua y vides silvestres. Desde entonces, el Valle de Parras estaba destinado a ser un terruño histórico.
Más tarde llegarían los primeros jesuitas incentivados por la calidad de la uva de la región y la oportunidad de hacer vino en tierra americana para la liturgia católica. Y en 1597 don Lorenzo García obtuvo la merced autorizada por el rey Felipe II de España para producir vino y brandy. Asi nace Hacienda San Lorenzo.
Los años pasarían con penas y glorias, con altos y bajos, como la vida misma. Hasta que en 1893 don Evaristo Madero adquiere la hacienda y la convierte en Casa Madero. El ímpetu decidido de este hombre audaz destino el éxito de su casa y de sus vinos. Entre otras innovaciones, trajo plantas de los cepajes más nobles de Europa y contrató el conocimiento de los agrónomos foráneos. Las páginas de un libro podrían llenarse con la historia tan rica de esta familia…Sin dudas, se la sugiero.
Nuestro camino nos lleva a recomendar una visita a este lugar inolvidable. Por su pasado y su presente. Un oasis donde la naturaleza fusiona con la pasión y respeto del ser humano. La conjunción idílica del terruño.
La marca presenta una buena diversidad de etiquetas aunque me permito destacar a Casa Madero Gran Reserva Shiraz. Una variedad que se ha adaptado con grandeza a estos suelos desérticos y un clima seco con muchas horas de sol y energía. Este shiraz desprende notas de frutas negras, especias y mentol. Su paso por boca es sabroso, frutado, rico y de buena estructura. Nos deja un recuerdo amable, con taninos maduros y elegantes y grata frescura.
Desde 1597 en Parras de la Fuente nació una historia que, afortunadamente, se sigue escribiendo.
¡Hasta la próxima travesía Capitán!